El efecto pigmalión, también conocido como las profecías autocumplida. El origen del efecto pigmalión está en la mitología griega, Pigmalión era un escultor que acabó enamorándose locamente de una de sus obras llamada Galatea. Tal fue el amor que le procesaba a su escultura que la diosa Afrodita la convirtió en una mujer de carne y hueso. Este mismo argumento es el que siglos más tarde fue utilizado en el cuento infantil que a muchos os sonará llamado Pinocho, en el cual el muñeco de madera cobra vida gracias al amor de Gepeto.
Este mito fue el origen del nombre del efecto pigmalión y representa muy bien la idea de las profecías autocumplidas.
Efecto Pigmalión y el etiquetado
Esto ya lo pusieron de manifiesto Rosenthal y Jacobson en su investigación (1968), con el llamado “Efecto Pigmalión”. Resumidamente, lo que Rosenthal y Jacobson hicieron, fue elegir al azar a unos estudiantes, y aunque éstos habían sido elegidos azarosamente, dijeron a los profesores que unos tenían mayores capacidades intelectuales que otros. De esta manera, se comprobó, que efectivamente los resultados del grupo que se suponía poseía unas mayores capacidades intelectuales, fueron mejores que los del otro grupo.
Todo esto pone de manifiesto que nuestras expectativas afectan al modo en que nos comportamos ante determinadas situaciones, y así actúan las etiquetas que les asignamos casi de manera inconsciente a los /as niños/as.
Cuando denominamos repetidamente a un / a niño /a de una determinada manera, termina por asumir que es así. El etiquetar a un/a niño/ a, le va a llevar a comportarse según los dictámenes de esa etiqueta que va a terminar asumiendo, pero no sólo eso, sino que además, el resto de adultos y niñ@s que vayan conociéndole y sepan de la existencia de esa “etiqueta”, serán susceptibles de caer en el sesgo de observar únicamente, los comportamientos que éste emita y que sean descriptivos de ella, volviendo así al tema del “Efecto Pigmalión” (o profecia autocumplida).
Las personas más cercanas afectivamente al niño o niña (padres, familiares, profesores/as o amigos/as) son las que más influyen y potencian/dificultan la autoestima. Dependerá de los sentimientos y expectativas de la persona a la que se siente ligado afectivamente el niño/a. Si los sentimientos son positivos, el niño/a recibirá un mensaje que le agradará, se sentirá bien y como consecuencia le ayudará a aumentar la autoestima. Si los sentimientos son negativos, la sensación que el niño/a percibe le causará dolor y en definitiva, provocará rechazo a su propia persona y, por tanto, el descenso de su autoestima.
Es hora de poner fin a la implantación de etiquetas infantiles, tarea que han de abordar los referentes de niño o niña como son sus padres, familiares, profesores/as,…
Es necesario empatizar con los posibles errores que puedan cometer, como toda persona, haciéndoles entender que es humano y que los errores suponen grandes aprendizajes. Además es importante que los niños y niñas se sientan comprendidos y escuchados por sus referentes, para que se sientan libres de expresar lo que sienten, necesitan o piensan de manera que los podamos ayudar a trabajar sus debilidades y fortalezas.
Para fomentar la seguridad en nuestros hijos e hijas debemos: ACEPTARLOS COMO SON.
Puede ser que nuestro hijo/a haya defraudado nuestras expectativas. En este caso el problema es nuestro, porque tenemos dificultades de aceptarlo. Podemos pedirle que cambie algo de su comportamiento que no esté bien, pero no podemos pedirle que deje de ser como es. Aceptar no significa dejarle hacer lo que quiera «porque es así», significa reconocer sus características particulares, las que son propias de él, y valorarlas.